QUEVEDO vs PACHECO

Quevedo vs Pacheco

Don Francisco de Quevedo y Villegas era un escritor bastante semejante a como nos lo pinta Perez-Reverte. Un tipo bastante feo, cegato, cojo y con una mala leche de cojones. Un escritor del pueblo, pues a pesar de saber escribir, no hacía composiciones pomposas y complejas, como las de Góngora, sino que eran cosas llanas, que reflejaban la vida del hombre de calle, alimentándose de la literatura picaresca. Un tipo sencillo, que igual se codeaba con la realeza como te trasegaba vino en algún figón mugriento.

Sus versos, llenos de ingenio y bilis, le habían ganado numerosos y poderosos enemigos.

El más conocido fue Góngora, al que le unía una enemistad que le duró toda la vida, hasta que logró quedarse con su propia casa, echando a Góngora a la calle, pobre como las ratas, muriendo el infeliz poco después de hidropesía (creo).

El caso que nos ocupa, por ser algo más esgrimístico, fue el de Don Luis de Pacheco y Narváez, el artífice máximo de la Destreza Verdadera (con el permiso de Carranza), el cual se vio ridiculizado en una de las obras de Quevedo (El Buscón), quedando su Destreza como poco más que una cosa de inútiles lechuguinos de salón. El tipo, que como Maestro de Esgrima del Rey, no debía de estar muy acostumbrado a que le dijeran cosas feas, se mosqueó lo suyo, y empezaron a buscarse las cosquillas mutuamente. La cosa acabó con un duelo, pero no un duelo al uso, sino que el ladino del cojo, sabiendo con quien se las veía le impuso unas condiciones. Él, como pobre cojito que era, tiraría sentado en una silla, mientras que su adversario podría hacer lo que quisiera, siempre y cuanto no le atacara, y solo se podía defender utilizando su famosa Destreza. Don Luís debía de ser además de un excelente duelista, un tipo con un ego y un orgullo a juego, pues aceptó las esperpénticas condiciones. O sea que más que un duelo, era una demostración de cuan buena era su Destreza.

Aquel acontecimiento corrió de boca en boca, y para cuando llegó el día señalado estaba el campo lleno de público (en eso de ser cotillas, no hemos cambiado nada en tantos años). Ahora imaginaos la imagen, Quevedo, en medio del prado, sentado en una de esas sillas barrocas llenas de dorados, con una media sonrisa en la cara (al menos yo sonreiría ante tal tesitura). Enfrente suyo a Don Luis, todo de negro, severo, con unas ganas locas de demostrar quien era el gallo del gallinero. Alrededor de ellos un montón de gente jaleando el encuentro.

Empieza el espectáculo. Quevedo, desde su silla, endiñándole estocadas a Pacheco, mientras este va defendiéndose con sus técnicas, clinc! clanc! Paso de revés, ganando grados de perfil... Pero Quevedo era cojo, pero no manco, y el tipo empieza a hacer sudar al Maestro, mientras que no puede atacar, pues así estaba decidido. Al cabo de poco Quevedo consigue, con la punta de su espada, destocar a Pacheco. Oooooh... Supongo que diría el público. Pacheco había perdido, humillado ante un cojo que seguía sentado en su silla. Casi ná.

Si es que este Quevedo era la leche. Ya sé que no viene mucho a cuento, pero hay una anécdota (cortita, os lo juro) que demuestra su ingenio.

La reina se rompió una pierna, y Quevedo se jugó con sus amigos a que él era capaz de decirle a la cara que era coja. Aceptaron su apuesta, y a los poco dias, se presenta en los jardines, ante la reina, con un clavel y una rosa en la mano y le dice:

“Entre el clavel y la rosa, su Majestad EScoja”

By Coyote